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martes, 1 de enero de 2013

Sopita por Navidad y un brindis por la Humanidad



Una lección de Humanidad en  una noche de frío invierno…

Sentado estaba  don  Silvestre en su escalón preferido del restaurante  de tejado rojo y ventanales  ahumados de la calle La fuente número 32, La Cuchara de Palo.
El frío ventisquero de Diciembre, la humedad  del atardecer y el hambre de horas de ayuno involuntario  hacían que a don Silvestre, muy acurrucadito, se le viera a penas  asomar su distinguida nariz aguileña de debajo de un sombrero alado,   una manta que en antaño  lució un azul  tan cálido como un mes de Mayo  cubría su cuerpo cansado y doblado…
Don Silvestre veía pasar la tarde en su escalón sentado, a ratos  pasaba frío y hambre y sed y sueño, pero eran otros ratos los que le hacían suspirar, esos  que a don silvestre le caldeaban las mejillas y también las manos, porque un fuego amoroso nacido de sus entrañas y acompasados por un gran corazón, cambiaban su estado de ánimo y conseguían que una sonrisa socarrona iluminaran sus ojos  claros, haciendo de sus facciones  un hermoso cuadro, añejo,  con la falta de un diente  y un marco de arrugas grisáceas pero  que no restaban armonía a un rostro dulce y delicado
Hoy volaba la imaginación de don Silvestre mas  altanera y joven que nunca y sus medias sonrisas  eran socarronas  y picaras, tal día como hoy  vio su primer amanecer, su primera luna Nació en el seno de un hogar humilde y amoroso, su padre don Pedro, zapatero de profesión,
un padrazo que miraba a su hijo con total devoción, sonreía amorosamente al ver  como su pequeño intentaba  a duras penas  imitarle a la hora de clavar una suela  agujereada o ponerle la tapa a un tacón. Una sombra de tristeza acusaba  en su alma, no poder darle  estudios era su mayor dolor  pero el bueno de  don Pedro  consolaba esas lágrimas no  derramadas con todo el amor  que llenaba su corazón. Era su hijo del alma, jamás le faltó un techo, una manta y una sopa caliente. Un beso, un abrazo y el calor  y la enseñanza  para ser  algún día un buen hombre, justo y honrado
Una gran sonrisa ilumina  su cara transformándola  y una lagrima asoma tímidamente de los ojos claros  de don silvestre, al pensar en su madre, un pinchazo  en el corazón hace que cierre los ojos  y vea el rostro de  quien le dio la vida, a quien siempre le llamó “mi amor”
Doña Carmen era menudita y discreta, le gustaba cantar bajito cuando hacia las faenas de casa
Muy respetada y querida entre sus vecinos, siempre dispuesta, amorosa, detallista  y con un don altamente contagioso por  cuantos la rodeaban, nunca  tenia penas
Si no había jabón, sol agua y sosa blanca, si una tela se rompía, pues ya tenemos  pañuelos  pañitos o parches para zurcidos  y si hoy  no hay más que pan aceite y leña, no tengáis pena que pronto os preparo una sopa de ajos que  quita el sentío , quien tiene penas con la barriga llena?
Doña Carmen  el treinta y uno de Diciembre cuando vio por primera vez la carita de su pequeño dijo… Hijo de mi corazón, nací por ti tu eres mi bien y mi dicha, hoy día de San Silvestre y así te llamarás porque  naces con el nuevo año  y para mi tu eres nueva Vida.
 Y fue que el pequeño  Silvestre abrió  los ojos   y doña Carmen sintió la sangre recorrer sus venas como  lava liquida, eran tan hermoso y con tanta luz en esos ojitos azules como el mar…

Esta anécdota le contaba  doña Carmen  una y otra vez a su hijo, durante años alimentando el lazo que aun hoy sigue uniéndolos en la distancia. Don Silvestre recuerda  la ida de sus progenitores, las dolencias  la guerra, la posguerra, la necedad del ser humano por alcanzar lo que  posee su hermano  y no entiende. Cierra la puerta al recuerdo macabro  y se abraza a la imagen  de quien le llamaba  “mi amor”  y siente que  una paz  inmensa le da fuerzas y calor en esa noche  navideña. Ha sido una vida dura, larga y difícil pero tan llena, que don Silvestre cada año por estas fechas  cumple con el ritual  y sopla  aunque solo sea una llamita que enciende  sobre una rama seca.

Algo llega a  los oídos de don silvestre que distrae su atención, son cánticos, chiquillos que corretean cantando villancicos  con zambombas y panderetas, cuanta algarabía  de ilusión y ánimo de felicidad, que hermosa la inocencia. Lejos de molestar a don Silvestre y contagiado  por la chiquillería  saca una vieja armónica  de un  roído bolsillo  y  hace sonar acordes de antiguos villancicos. A poco de empezar a sonar, don Silvestre se ve rodeado de los muchachos que cantan, ríen y bailan  haciendo sin saber de este momento  un hermoso regalo de Navidad para este Ser que  buscando una estrella en el cielo,  da gracias silenciosamente al infinito  por permitirle este momento de felicidad .Todos  entonan cánticos dulces de  Amor y Paz haciendo de esta, una tarde  para don Silvestre muy especial
Poco a  poco la música va sonando más lejana y los chiquillos  siguen  caminando calle abajo con sus cánticos  llenos de buenas intenciones.

Se hace de nuevo el frío y el silencio, pero no el desanimo. Don Silvestre  recuerda que en su humilde casita le espera una  rica y calentita sopa de ajos y un  vasito de vino y con la sombra de una tierna sonrisa se despereza y  decide volver a su hogar. Un día más
Unos pasos y el ruido de llaves le alertan de que llegó la hora  y el restaurante La Cuchara de Palo comienza a cerrar luces y puertas hasta un próximo día
Don Silvestre  comienza a levantarse  y  al doblar su mantita  ve que el dueño del restaurante  le pone a sus pies, una servilleta mugrienta  con restos  de una carne guisada que mas  que carne  contiene huesos de pollo y alguna q otra  zanahoria desmenuzada… “Buenas noches  don Silvestre tenga  usted  buenas fiestas y  aquí le dejo algo para que acompañe su mesa”…
Don Silvestre agradecido  se quita el sombrero  y con la sonrisa de quien  es buen nacido, da las gracias  y  del parque contiguo  al restaurante corta una rosa, la más fresca  y hermosa que vio  y volviendo  a su sitio   se la ofreció al dueño del restaurante diciendo … “Cada quien  da lo que tiene en el corazón, tenga las mejores pascuas, Salud y Paz no falte en su casa  y en su mesa  esta flor, maravilla de la Madre Naturaleza, vaya con Dios”

Y con paso firme y despacito va don Silvestre a su  hogar   con  los ojos  mirando al cielo y las manos calentitas, sin frío en el alma  a tomar su sopita de Navidad…………….

***Desde mi balcón para todos/as, mis mejor deseos para este año que hoy  comienza
Entre todos un mundo mejor es posible